Llega un punto en el que toda persona debe decidir si cortarse las venas o dejárselas crecer. Llega un momento en que la vida aprieta y también ahoga. Es el momento de elegir qué puerta abrir y qué espejo cruzar, dejando atrás todas las opciones alternativas, cortando los cabos. Sí, nuestra historia se escribe a golpe de navaja...



miércoles, 15 de junio de 2011

Ser un chico bueno


Hoy la noche es insomne, pegajosamente cálida, chorreante de pesadillas y jaqueca. Me duele la garganta seca, pero enciendo otro cigarrillo. A pesar de mi impenitente adicción al tabaco, en este instante concreto ni siquiera me gusta cómo sabe. Puaj.

Estoy cansado. Estoy harto. Estoy nervioso. Estoy muy preocupado. Estoy reventado.

¿Y qué esperaba? ¿Que empezar de cero fuera tan fácil? ¿Que volver a la vida aceptable manteniendo un nivel estándar de reservas morales, políticas y de cualquier otra clase iba a ser instantáneo? Por favor... Vivo en la ciudad del hielo donde nadie tiene amigos pero todo se sabe, y ostento el tantas veces tomado en vano título de "chico con pasado". Y no. No es divertido. Para contar a tus amigos íntimos en una noche de borrachera tiempo después puede ser hasta gracioso, pero para vivir día a día con una lista de nombres, personas, recuerdos, heridas y sus consiguientes cicatrices, chantajes y lugares vetados, resulta, como poco, incómodo.

¡Pero me he reinsertado en la sociedad decente para los parámetros de un estudiante universitario sin pretensiones de envejecer en el intento! Sí, estoy reinsertado, jodidamente reinsertado. Y cuando mis amigos me preguntan como si fuera un tabú si he vuelto a esnifar cocaína, por un momento, me imagino compartiendo ¿celda? en la clínica de desintoxicación con Amy Winehouse. Que la eche de menos -no, no estaba hablando de Amy ahora...- no implica necesariamente nada. Además, para cambiar de tema basta con compensar los escándalos de la nariz con los del corazón, eufemismo que sustituye a la parte de mi cuerpo que realmente tuvo trabajo durante esta época. Cuando existen fotos tuyas quitándote la ropa al ritmo de la música sobre la tarima luminosa de un bar de ambiente en el que llegaste a ser bastante conocido y en el que demasiadas personas pueden contar demasiadas historias protagonizadas por ti de las que llevan el Parental Advisory: Explicit Content en la portada... el sabor de boca que queda, y no pretendo hacer retruécanos obscenos, es más agrio que dulce. Claro que las malas compañías causan estragos, ya me lo decía mi abuelita: hace relativamente poco, una chica cuya lengua y la mía jugaban a papás y mamás muy a menudo hace un año largo ha dado a luz a una pequeña y sonrosada criatura, y otra muchacha de la cual, lengua incluída, podríamos hacer apreciaciones similares luce un radiante embarazo -ninguna semilla germinadora es mía, gracias al Cielo y a Durex, o a la abstinencia en su defecto-. Oh, sí, le concedo una entrevista exclusiva que sirva de ejemplo a todos los jovencitos descarriados que no rezan sus oraciones antes de irse a dormir: he vuelto de todo, he vuelto del turbio mundo de las drogas, he vuelto del turbio mundo de la prostitución callejera y del tráfico de armas y de riñones y de diamantes de sangre y de caza indiscriminada de pingüinos. ¡Queda tan bohemio eso de haber vivido al límite...!

Pero la realidad es otra.

La realidad es que vuelvo de mi descenso a los infiernos directamente a pagar las consecuencias. Crisis económica en la familia, divergencia de opiniones, un futuro que pende de un hilo y que soy muy educado al calificar únicamente de "jodido". Catástrofe estudiantil, época de exámenes más borracho que sobrio, colección privada de suspensos para colgar en mis paredes y recordarme con números rojos y grandes lo gilipollas que he sido. No, no ha sido precisamente ver la luz y el calor al final del túnel. Pero me consuela pensar que, por lo menos, avanzo. E intuyo que la dirección es la buena. Aunque en cada cruce tenga que arriesgarme a que me atropelle cualquier coche vuelto rabiosamente de mi enajenación mental transitoria de los meses pasados...

Oh, sí, hoy me he sentido muy solo, he revisado mi lista de llamadas perdidas, he marcado el número de una persona para la que el adjetivo "amiga" sustituye el muy complicado epíteto "encuentro sexual de una noche salvaje con un par de conversaciones cibernéticas aceptables". Se supone que en nuestra noche de lujuria debajo de un puente me porté como una puta fiera salvaje, y eso le gustó. De hecho, en su día insistió bastante en volvernos a ver, aunque entre unas cosas y otras fue imposible. Yo hoy sólo quiero pasear un poco y despejarme, nada más. Me ha llamado dos días atrás, así que pruebo suerte.

-Hola... Me llamaste el otro día, ¿verdad?
-Sí, me apetecía follar contigo. Pero como no cogiste, me follé a otro. Una pena...
-Esto... sí, claro, una pena. Oye, ¿quieres que demos una vuelta? Sólo para fumar un cigarrillo y hablar, es que esta tarde yo...
-... Ya hablaremos, nene, ya se verá cuándo quedamos, cuando saque tiempo.
-... necesitaba charlar con al...
Bip. Bip. Bip. Bip.

Perdón. Perdón por no haber cogido el teléfono. Perdón por no haber follado. Perdón por querer dar una vuelta. Perdón por querer fumar un cigarrillo. Perdón por querer hablar. Perdón por llamarte. Perdón por conocerte. Perdón. Por. Existir.

El segundo cigarrillo de los últimos quince minutos se consume en mi mano. Puaj. Esta noche, ni siquiera me gusta cómo sabe. Pero, al menos no me pide conversación, me atraca y destruye pero no me miente. Marlboro, Marlboro, yo te quiero, yo te adoro. Escucho una canción triste durante las últimas caladas y pienso que lo de ser un chico bueno no va a ser tan sencillo como, en algún momento, creí ingenuamente...

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