Llega un punto en el que toda persona debe decidir si cortarse las venas o dejárselas crecer. Llega un momento en que la vida aprieta y también ahoga. Es el momento de elegir qué puerta abrir y qué espejo cruzar, dejando atrás todas las opciones alternativas, cortando los cabos. Sí, nuestra historia se escribe a golpe de navaja...



viernes, 9 de septiembre de 2011

Lo fácil que resulta perder

«Hay quien apuesta fuerte y decide quererte sabiendo lo fácil que resulta perderte».

Noche turbia, sabor agridulce. Los pasos previos hacia una clase de sexo más instintivo que lógico, dados demasiado rápido, demasiado superficialmente, una abrumadora falta de solidez mientras hundo mis manos en tu ropa interior preguntándome cómo irá esta vez, este primer momento pretendidamente mágico cuatro horas y tres copas después de conocernos. Sin pasión, sin sudor, sin obscenidad. Sin el delirio al que prometió llevarme la suavidad cálida de nuestro primer beso. Demasiado aséptico, clínico, farmacéutico, ni siquiera con la candorosa inocencia que podía esperar de alguien como tú.

Demasiada inseguridad, una montaña de dudas y titubeos, un abismo en el que juego a hacerme el fuerte mientras me doy cuenta de que ni siquiera es lo que te gusta. Un abismo en el que interpreto mil papeles erróneos sabiendo amargamente que estoy equivocado en todos. Sabiendo que no soy nadie. Sabiendo que no pinto nada en tu vida, que esta noche podrías haberlo sido todo para mí, pero que soy un bache, un accidente, un amante frígido, un cuerpo sin explicación aparente a tu lado, sin que ninguno de los dos podamos dar razón de lo que estamos haciendo. No estamos jugando; directamente, estamos perdiendo.



El cigarrillo de después. Sonrisas forzadas. Ideas estúpidas estrellándose contra la realidad. «Has sido una bonita piedra en el camino, pero prefiero no volver a tropezar contigo». Yo huelo a ti. Y las preguntas de siempre. Para qué. Hacia qué. Por qué.